sábado, 18 de julio de 2009

Una víctima del modelo


Hasta la campaña pasada, Alexandro Estebanez arrendaba 1000 hectáreas en Aparicio, pero hoy ya no es productor agropecuario. La presión fiscal, las trabas impuestas desde la AFIP y la ONCCA y la imposibilidad de calzar las compras de insumos con una venta a futuro lo expulsaron del sistema. Sus ganas de seguir viviendo en el campo lo llevaron a probar suerte como contratista.

Alexandro Estebanez es pura sencillez y amabilidad. En el comedor-cocina de su casilla ofrece un café caliente para neutralizar el frío. Y después de un par de sorbos hace una especie de catarsis. "Yo era productor y hacía trabajos afuera de contratista. Pero desde que desaparecí como productor me dedico exclusivamente a los laboreos", dice.Suena raro escuchar eso, y hasta incómodo. Muchas veces se ha escrito sobre "los productores que pueden llegar a desaparecer por las políticas oficiales", es verdad. Pero estar frente a uno conmueve. Hasta enero, Estebanez arrendaba 1000 hectáreas en Aparicio y hacía malabares para poder cumplir con toda la papelería que le exigían la ONCCA y la AFIP para poder comercializar sus granos. Con la cosecha fina terminada, se dio cuenta de que no iba a tener con qué pagar los arrendamientos ni encarar la nueva siembra. Se asumió un ex productor."Influyó la sequía, es cierto, pero a mí lo que me afectó fundamentalmente fue el Gobierno. La presión impositiva, la persecución que te hacen la ONCCA y la AFIP, no haber podido vender a término porque no funcionaban los mercados de futuro... Era una cosa atrás de la otra, y te llevan a no poder seguir", acepta con resignación.Hasta marzo de 2008, Alexandro la venía piloteando, no nadaba en la abundancia pero su trabajo le daba como para ir renovando la maquinaria y vivir dignamente. A partir de la implementación de la resolución 125 y la explosión del conflicto con el Gobierno todo se le hizo demasiado cuesta arriba. "Pagamos carísimo los insumos para la fina y no los pudimos calzar con ventas a futuro. Y llegó la cosecha, tuve muy buena cosecha de cebada -había sembrado 500 hectáreas-, inclusive anduvo muy bien de calidad, pero cuando la vendí, el trigo en vez de 600 pesos valía 400. Entonces un cosechón de cebada no me alcanzó para pagar los insumos. Y dije listo...".A eso se le sumó que las 350 hectáreas de soja que hizo le rindieron 600 kilos de promedio. Conclusión: levantó los pocos porotos, "pagué lo que pude y decidí convertirme en contratista". El triste desenlace se hizo más agrio aún porque debió despedir a un empleado que había empezado a trabajar con su abuelo hacía 52 años.El ex chacarero no necesitó meditar mucho la decisión. Más bien no tuvo alternativa. "Sabía que este año no iba a haber financiamiento, entonces no tenía manera de sembrar y menos de pagar los arrendamientos. Además, tal vez años anteriores uno se arriesgaba porque había buenas perspectivas, pero en este caso no había nada que indicara algo positivo. Y así no podía seguir", asegura.Alexandro tiene 42 años y era productor agropecuario desde los 18, cuando tras recibirse de técnico electromecánico en el colegio industrial de Coronel Dorrego se instaló en el campo de su padre. Al poco tiempo decidió independizarse y empezó arrendando 100 hectáreas, después se agrandó a 500, y desde hace tres años explotaba 1000.El hombre asegura que no hay que buscar factores productivos en su desaparición como chacarero. "Hacía siete años que trabajaba todo en directa, fertilizaba bien, tenía buenas cosechas... Con la directa por ahí no tenés picos altos de rinde, pero sí buenos promedios a lo largo de los años. Yo hacía cuatro campañas que en cebada venía cosechando más de 4000 kilos de promedio, en soja rondaba casi los 1700 kilos... Pero la parte política y la presión de la AFIP y de la ONCCA es terrible", se queja.También asegura que nunca gastó más de lo debido, la Chevrolet Silverado 98 que está estacionada junto a la casilla es prueba de eso. "No es que me haya manejado mal, nunca hice inversiones descabelladas, no me gasté la plata haciendo viajes, o comprando camionetas nuevas. Siempre vivimos con lo justo. Pero esta política te saca del sistema", insiste.Y entonces da un ejemplo concreto de cómo la burocracia y las trabas impuestas desde la Casa Rosada lo terminaron arruinando. "Hace casi dos años me sacaron del registro de operadores de granos y mi contadora ya lleva realizadas 17 presentaciones para poderme ingresar, y todavía no ha podido", cuenta. ¿Qué implica eso? Que ante cada venta de granos que Alexandro efectuó le retienen todo el IVA, más el 19% por ganancias. "Presentás todo el papelarío y te ponen de excusa que a un contrato de arrendamiento le falta el CUIL, lo volvés a presentar y a los 50 días te dicen que le falta la identificación de una parcela a otro contrato... Así me tienen hace dos años, con una excusa tras otra".A todo eso luego se le sumó el engorroso nuevo sistema de Cartas de Porte. "La últimas vez estuve más de 10 días para poder obtener 10. Y es todo así, todo así... Te terminás acobardando", admite. Tal es así que confiesa: "Por un lado me duele no poder seguir produciendo, pero por otro tengo una tranquilidad grande. Porque vivís loco, todo el día pensando en esto y aquello, y al final de la cosecha pasás la zaranda y ves que lo que te queda es lo mismo que gana un empleado en la ciudad con muchos menos problemas y sin arriesgar casi nada. Y acá no tenés horarios, ni domingos, ni feriados...".En la decisión de convertirse en contratista influyeron tanto los buenos y actuales fierros con los que cuenta (sembradora, dos tractores y un pulverizador), como las ganas de seguir viviendo en el campo. "Pese a que dejé de trabajarle la tierra, el dueño del campo nos dejó quedarnos en la casa, y a nosotros nos gusta vivir acá, no queremos ir a la ciudad", cuenta. "Nosotros", son su mujer y sus dos hijos: una nena de siete y un varón de cinco, quienes concurren a la escuela de Aparicio. En este semestre que lleva como ex productor, Alexandro marca que lo que más le ha dolido es haber visto llorar a su hija. "La nena está sufriendo más que yo. Porque sale del campo y ve que anda otro tractor u otro fumigador y no los míos. Incluso la encontré escondida llorando diciendo 'me gustaría que estuviera papá con las máquinas y no el hombre que anda ahí'", relata con los ojos brillosos.Si bien dice que le gustaría volver a producir, acepta que en este contexto es una utopía. "Lo veo como algo imposible hoy, tendrían que cambiar muchísimas cosas", comenta."Vamos a ver cómo me va con esto de contratista, espero tener trabajo y lograr que la cosa funcione. Si no habrá que vender todos los fierros e irse a vivir a la ciudad", dice en la despedida, apunto de subirse al tractor para seguir sembrando semillas ajenas.

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