domingo, 31 de agosto de 2008

Reaccionar a tiempo, antes de comer carne importada


Por Néstor E. Roulet

Para LA NACION


El desconocimiento del gobierno nacional de las características del sector agropecuario, al suponer una producción con variables fijas, lo lleva a tomar medidas equivocadas. Considera que en nuestro sector se trabaja como en la producción de tornillos: si con dos kilogramos de acero se fabrican 1000 tornillos, con cuatro kilogramos se producirá el doble.
En el campo no es así; aplicar el doble de fertilizante no implica que el cultivo rinda en forma proporcional porque depende del clima, de las enfermedades, de las plagas, etcétera. Lo mismo sucede con los animales; si la vaca lechera está bien, produce 30 litros de leche por día, pero si un día comió mucho grano -se empacha- produce 10 litros. Si la vaca de cría queda preñada, todo va bien pero si aborta o parió mal se perdió un año y se la tiene que vender como rechazo a precio de regalo.
En la producción agropecuaria inciden variables biológicas, climáticas y de mercado, que obligan a tomar las decisiones en cuestión de horas y si uno se equivoca no tiene revancha hasta el año próximo (en el caso de la agricultura) o hasta tres años después en el caso de la ganadería y de la lechería.
Por estos días se define la siembra del maíz y siguen las intervenciones (cierre de exportación, convalidar aumento de insumos como la urea: en abril de 2007 el Gobierno firmó un acuerdo con Profértil por US$ 300/t y en agosto de 2008 por US$ 450/t; es decir, un 50% de incremento en su valor en dólares en prácticamente un año, lo que hace dudar al productor: sembrar o no).
La Bolsa del Comercio de Rosario publicó un informe en el que se refleja la reducción de intención de siembra, cuestión que se confirma con la devolución de bolsas de semilla por parte de los productores.
El gobierno nacional debe entender que si no se siembra dentro de los próximos tres meses, se pierde un año de cosecha de maíz. Ni que hablar de la ganadería. Si no se retiene la ternera este año, dentro de dos años no habrá posibilidades de reponer la vaca vieja. Y actualmente las condiciones para retener vientres no son buenas, ya que el negocio no cierra. A fines de 2005 el criador vendía sus terneros a $ 3,60 por kg y hoy lo vende -por la intervención del Estado- a $ 3 por kg, mientras los insumos aumentaron entre un 50 y 60%.
Esta es una clara demostración de que la aplicación de una política de precios adosados a la producción es un fracaso, porque tiene origen en una hipótesis falsa: "Si el animal en pie es barato, va a ser barata la carne en el mostrador" y la realidad muestra que mientras que al criador le pagan menos por su producción, el precio de la carne en el mostrador aumentó un 100% en los últimos tres años.
Mientras sea atribución de la Secretaría de Comercio Interior -con la colaboración de la Oncca- la diagramación de una política agropecuaria que se basa en deprimir los precios al productor y cambiar constantemente las reglas de juego, no hay dudas de que la repuesta va a ser una menor producción de alimentos. Desaliento
En ganadería es tal el desaliento productivo que vemos cómo, año tras año, se destinan más terneras y vaquillonas a faena. La proyección hace suponer que en 2009 habrá, prácticamente, un faltante de 1.800.000 vaquillonas para reponer las vacas de rechazo, lo que nos llevaría a producir -al 60% de destete de promedio- un millón de terneros menos en 2010.
Ante este escenario, la proyección de la oferta de carne disminuiría en forma considerable, en contraposición al aumento de la demanda en el mercado interno (manteniendo el consumo per cápita de 70 kg/año y el aumento demográfico del 1% anual), por lo que en el período 2011/12 se tendría que importar carne para cubrirla.
Hace más de tres años insistimos en advertir al gobierno nacional que la falta de rentabilidad y previsibilidad, consecuencia de la política de precios adosados a la producción, está vaciando la ganadería; lo más triste es que levantamos la cabeza y vemos cómo países vecinos (Uruguay, Brasil y Paraguay) crecieron de la mano de los buenos precios internacionales mientras nuestros gobernantes los siguen considerando "una maldición".
Tenemos que reaccionar rápidamente. Si en la producción agropecuaria no tenemos en cuenta que "el tiempo que se pierde es sinónimo de menor producción", indudablemente al Bicentenario -en el país de las vacas- lo festejaremos consumiendo carne uruguaya.


El autor es vicepresidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)



sábado, 30 de agosto de 2008

Una oportunidad perdida

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Duracion 3:33 minutos. 30 de julio de 2008

http://www.susanamerlo.com/media/audio/EL-CLETAZO.mp3
Duración 3:02 minutos. 25 de julio de 2008

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Ya nunca me verás como me vieras

Oriente es un fiel reflejo de los difíciles días que vive el campo. Raúl Uslenghi tiene un rodeo modelo y un manejo eficiente, pero al veterinario el negocio no le cierra y decidió no entorar sus vacas, vender todos los animales en el otoño del año que viene y arrendar su explotación. Marcelo Alonso le lleva un par de meses de ventaja: en mayo se deshizo de sus vacas y ovejas y apostó todas las fichas a la cebada. Si patina la fina, en enero dará sus 180 hectáreas en alquiler .



Son las 7.25 y Oriente se despereza en un día raro. Por la rotura en el transformador que genera la energía eléctrica, no hay luz desde la mañana anterior. Una densa niebla hace que la oscuridad sea más profunda y la crudeza de la helada caída, que está bien marcada en veredas y patios, produce que la mañana todavía disfrazada de madrugada parezca más fría aún. El constante humear de las chimeneas le aportan a la postal un rasgo pintoresco y el olor a leña que se respira completa el combo campestre. Un rato más tarde me enteraré que nada tiene de pintoresco el asunto de los hogares, las salamandras y el fuego interior y sí mucho de colonial, o primitivo. La mayoría de las casas debe invertir unos 600 pesos por mes en leña para calefaccionarse porque los costos del gas envasado obligan a limitar el uso en termotanques, calefones, cocinas y algún calefactor. También me dirán que sólo cuelgan la ropa mojada afuera los que no les molesta que les quede impregnado el olor de la madera quemada. A las 7.55 -unos 15 minutos después de que el pueblo recuperó la luz- Raúl Uslenghi llega a Los Fachinales, la agroveterinaria que puso en 1987 con Arnoldo, su hermano ingeniero. El veterinario no levanta la persiana del negocio porque parte de la mañana se la dedicará a recorrer su explotación, y para qué abrir un local que no tendrá quién lo atienda. Desde el verano su socio pelea contra un cáncer en Bahía Blanca, y en marzo Raúl tuvo que dejar sin trabajo a Walter, el empleado que lo acompañó durante varios años porque ya no podía pagarle el sueldo. La Toyota Hilux modelo 98 está limpita, impecable, parece recién sacada de la concesionaria. Podría decirse que es una apretada síntesis de Raúl, a quien se lo ve prolijo, austero y trabajador. La primera parada es casi inmediata, en la panadería ubicada a 100 metros. El ganadero compra dos kilos de pan para Carlos, su empleado rural. La segunda parada es la casa de Carlos, que fu e padre hace poco y entonces pidió también dormir los miércoles en el pueblo para así cortar la semana y pasar un rato más en familia. Si no tiene suerte en la búsqueda laboral, en 2009 a Carlos le sobrará tiempo para estar con los suyos: Uslenghi tiró la toalla y decidió liquidar su rodeo, un rodeo que comenzó a formar su padre hace más de 40 años. Esta primavera no les echará los toros a las 400 vacas que él hizo suyas a fines de la década del '80 y antes del invierno de 2009 cargará todos los animales. Así liberará el campo y lo ofrecerá en arrendamiento, y pasará a manos de un pool seguramente. El se dedicará a su profesión, a atender a los pocos clientes que entren a su negocio y a intermediar en la compra y venta de hacienda. El futuro de Carlos, en cambio, es todo incertidumbre. La Taba La tercera parada es la definitiva, y es La Taba. El campo ubicado a 15 kilómetros de la planta urbana, en el que se crió Raúl y donde Humberto, su papá, se co nvirtió en un pionero de la ganadería en la zona. Fue uno de los cuatro o cinco productores de estas tierras que en los inicios de los '70 adhirió al Plan Balcarce, un crédito con tasas subsidiadas para promover la ganadería. Don Uslenghi hizo pasturas, compró hacienda, molinos, mangas, picadoras, desmalezadoras. Así, tal era usual hasta no hace mucho tiempo, un campo con aptitudes agrícolas tenía a la ganadería como actividad principal. A fines de los '80, Raúl y Arnoldo fueron los que tomaron la posta. A los dos les gustaban las vacas de modo que la explotación no cambió su esencia, pero si sus formas. Los hermanos decidieron redoblar la apuesta ganadera heredada y pudieron comprar algunas decenas de hectáreas, y se preocuparon por mejorar las instalaciones propias y ajenas. El veterinario desde siempre trabajó pensando en dejarles todo armado a sus hijos. Y sus dichos -comprobaré más adelante- están ahí a la vista de cualquiera: dos silos y un molino nuevo en una fracción alquilada; y miles de metros de alambre, postes, mangas, corrales, molinos y tanques en terreno propio son prueba de que Raúl reinvirtió mucho de lo ganado. Llegamos a la casa, Carlos se baja de la camioneta, y a Uslenghi se le pierde la mirada en la fachada del casco. Como pensando en voz alta dice que tendría que haber reparado los vidrios de colores, haber pintado el frente, cambiado las chapas, haber puesto buena plata para que hoy estuviera algo más que apenas habitable. Avanzamos unos 200 metros, pasamos junto a un tanque que en letras negras luce orgulloso su fecha de construcción: 13/07/06, y está custodiado por un molino que tiene una máquina instalada ese mismo día. Raúl detiene la 4x4 junto a una manga que está construida como Dios manda. Debajo de la chapa de Framarini Hermanos, sus constructores, figura la fecha de instalación: abril de 2005. Todo el circo -porque a la manga en sí hay que sumarle alambrados, palos, tranqueras y corrales- redondeó una inversión superior a los 30.000 dólares. El veterinario explica por qué puso esto acá y aquello allá, por qué pintó con aceite las bases de los postes, cómo fortaleció el cepo, todo con una pasión que conmueve. Es más, si en este momento llega al campo un espectador ajeno a la actualidad de Raúl jamás pensaría que el hombre está a meses de extirparle las vacas a su explotación, más bien creería que se está desarrollando una jornada de capacitación ganadera en la que el orador es Uslenghi y yo el único concurrente. Toda la vida soñó con tener una manga así y ahora que la hizo no le dará utilidad. Raúl lo sabe y lo dice: él que le arriende el campo no la va a usar. En la actualidad, entre superficie propia y arrendada, los Uslenghi trabajan 1100 hectáreas, de las que siembran unas 400, en el resto hacen ganadería. Raúl explica que a los campos alquilados les da el mismo tratamiento que a los suyos, tanto en fertilización como en la rotación. Sí, el hombre hace pasturas en suelos ajenos. Maldito senecio Mientras continua con su relato, a bordo de la camioneta realizamos una especie de visita guiada. Vacas comiendo un rastrojo de sorgo por acá, vacas comiendo un rastrojo de maíz por allá, novillos rodeando los comederos esperando la ración en un potrero de más allá, vacas con sus terneros recién nacidos en una pastura por otro lado, toros en un bajo que está delimitado con un eléctrico permanente que lo separa de un lote de trigo recién sembrado, y Raúl que frena la camioneta en una pastura inundada de senecio, una combativa maleza. Se baja y se lamenta, dice que eso es lo que no concibe, que no le cabe en la cabeza no haber podido fertilizar la pastura. El precio al que se fue el fósforo no lo dejó y a Raúl todavía le cuesta asumirlo. Y se vuelve a quejar del momento que atraviesa el sector productivo. Cuenta que tiene un Duna 94, que recién el año pasado conoció Bariloche porque fue el regalo que le hizo a Marta, su mujer, por haber cumplido 25 años de casado, que hasta ese viaje sólo había salido de vacaciones dos veces a Necochea, que el máximo lujo que se había dado en estos 51 años de vida era haberse hecho una casa en Oriente, reconoce que alguno puede pensar que es un pijotero, pero cuenta que siempre tuvo claro que cuando decidió traer hijos al mundo tomaba un compromiso inquebrantable, entonces alimentación y una buena formación no podían faltarles, y que por suerte no les falta, y que ahora dos están en La Plata y el tercero en Tandil, y que no se perdonaría que un día vayan al cajero automático y la caja de ahorro no tuviera dinero. La catarsis de Uslenghi continúa, a su estilo, sin exabruptos ni insultos. Dice que no se timbeó la plata, que no viajó a Europa, que no cambió el auto todos los años, sino que produjo e invirtió en producción, que cuando pudo se compró dos pedacitos de campo. Y también reconoce que no se puede quejar porque bastant e bien le fue. Hasta que hace ya un tiempo sólo da pasos para atrás. Y que hoy no puede fertilizar las pasturas. Y eso no lo concibe. Porque así de conservador como fue para los gastos personales fue de desprendido para la inversión en el campo. Casi como con orgullo asegura que jamás sembró soja, por una cuestión de principios, entendiéndolo como una manera de rebelarse a lo que estaba pasando. A lo que está pasando. A lo que obliga el Gobierno, este y el que pasó. Pero la sequía de fines de 2007 y principios de 2008 fue demasiado para Raúl. Revela que el Gobierno lo acobarda, que no ve una salida favorable para el sector agropecuario, y que el clima le dio el golpe de gracia. No haber podido sacar siquiera un rollo de las 105 hectáreas de moha sembradas, y que hayan nacido apenas seis hectáreas de las 30 que había cultivado con sorgo forrajero, lo empujaron a tomar una decisión que le duele en el alma. Fue a mediados de diciembre que llamó a su hijo Gastón, el menor, el que estudia veterinaria en Tandil, para comunicarle la ingrata resolución. Gastón no sólo que entendió el planteo paterno sino que estuvo de acuerdo. Eso también lastimó a Raúl, no por lo que le dijo su hijo sino porque un joven de 23 años tampoco tuviera expectativas de que la situación podía mejorar. Esa conversación fue el certificado de defunción de un rodeo que ronda el 98% de preñez y que el veterinario sabe que esto no se compra, sino que se hace con sacrificio y trabajo. Como lo hizo su padre comprando toros en las mejores cabañas del país, como continuó él con años y años de selección, siendo inflexible en cuanto a la fertilidad. Porque Uslenghi no dudaba: vaca vacía, vaca que se engordaba y se cargaba. Vacas vs. granos Sin falsa modestia, Raúl se asume tan buen ganadero como mal agricultor. Casi que el trigo que hace es únicamente para pagar el arrendamiento, y si el cereal no le da lo tiene que compensar con kilos de carne. E ntonces no hay análisis de costos que resista. El negocio no le cierra. Si ni siquiera puede fertilizar una pastura. Y explica que con estos políticos de hoy, que están al acecho para captar la renta pero no para alentar la producción, no quiere tomar más riesgos empresariales. No tiene herramientas, ni el ánimo, ni el manejo agronómico como para jugarse a arrendar para sembrar. Ya no. Y cuenta que en junio compró vacas libre de viejas para un primo en 850 pesos, y que vendió vacas viejas suyas, que no admitían sacarle un ternero más, después de engordarlas, en 1340 pesos. Dice que eso se viene dando hace años, que no puede ser que valga más una vaca vacía que una con garantía de preñez, que entonces no tiene sentido entorar, invertir en genética, ser más eficiente, etcétera. Por eso dice que si no sale ahora del negocio, en tres años se quedará sin el capital vacas. Que es mejor cerrar la tranquera, y cambiar la hacienda por otra inversión, y así evitar la d escapitalización. Es tan lógico como doloroso. La recorrida por La Taba se termina, volvemos a la veterinaria. En el camino nos cruzamos con un vecino, otro que lamentará que Raúl arriende el campo: es quien le hacía casi todos los trabajos. También lo sentirá en su bolsillo el alambrador, el proveedor de gasoil, y el tantero que le cosechaba. Todos de la zona, claro. Lo sufrirá la rueda económica de Oriente entonces. Ya mateando en el local aparece Ricardo, un productor que a simple vista se lo distingue como lo opuesto a Raúl. Uslenghi le cuenta que el año que viene venderá toda la hacienda y Ricardo ratifica la sensación que irradia: dice que no lo puede creer, que con lo ordenado que es Raúl para trabajar parecía que iba a poder evitar la crisis, pero que es imposible, que tiene razón, que la situación es insostenible, que él sobrevive como puede con sus 200 hectáreas, que no es ordenado, que no hace las cosas bien como Uslenghi, que vende pavos, chorizo s, lo que tiene a mano, que no compra genética sino que se maneja con algún toro que le prestan, que para más no le da, pero que así no se puede seguir, que el Gobierno algo va a tener que hacer. Los Alonso Son las 10.45, Raúl me ceba el último mate y me indica cómo llegar hasta la casa de los Alonso, familia que a partir de mayo dejó de ser clienta de la veterinaria -que cada vez tiene menos clientes- porque vendió de un saque sus 240 vacas y 300 ovejas. Marcelo -Martucho para todo Oriente- acaba de terminar de carnear e invita a continuar con la ronda de mates. Su mamá calienta el agua y saca el tema de la leña, de lo caro que es calentar una casa en el interior del interior -porque Oriente es un pueblo que conforma el interior del interior del país-. Y dice que eso el Gobierno no lo dice, y que los productores tendrían que haber salido mucho antes a la ruta porque no puede ser que ellos produjeron toda la vida y hoy apenas si pueden pagar la leña para calefaccionarse. La señora amablemente acerca el mate a la mesa y también una bolsa con chorizos y morcillas de regalo. Me avisa que los tengo que dejar secar dos semanas y se va. Ya no es raro encontrarlo a Martucho a esa hora en la casa paterna, sin animales por cuidar no está obligado a ir al campo dos veces por día como antes. Y tiene más tiempo libre. La explotación de los Alonso está compuesta por 180 hectáreas propias y otras 180 arrendadas. Hasta hace cuatro años también trabajaban otro pedazo de campo de un pariente, que era exclusivamente ganadero. Hasta que la propietaria tuvo que venderlo porque el alquiler que le pagaban no le alcanzaba. Así Martucho perdió las tierras destinadas a las vacas de cría. Ese fue el primer cimbronazo productivo y la idea de deshacerse de las vacas y las ovejas empezó a ser tema de conversación entre Marcelo y su papá Manuel, que a los 67 años por problemas de salud ya no puede trabajar. Al achicar la supe rficie debió reducir el rodeo y la majada, y también dejó de hacer ciclo completo para dedicarse sólo a la cría. En el arranque de 2008 hicieron los números y entendieron que la situación ya no se podía sostener. Casi no tienen deudas, pero tampoco recursos como para pagar el arrendamiento de las 180 hectáreas y también afrontar los insumos de la ganadería. A los 38 años, Martucho dice que tuvo que tomar una de las decisiones más difíciles de su vida y además convencer a su padre, que le pedía paciencia, que creía que la cosa iba a cambiar. Pero ya no se podía esperar más. Y el conflicto con el Gobierno no hizo más que terminar de empujarlo a vaciar de animales su establecimiento. No sólo se cortaron las rutas, también los créditos. Así que para los Alonso no había ninguna chance de encarar la siembra sin vender vacas y ovejas. El sentido común lo indica, haber mantenido la cría en tierras sembrables hubiera sido una locura. Locura que hicieron durante más de dos años, tal reconoce Martucho. Eso no quita que el orgullo ganadero muestre las garras, y el productor cuenta con nostalgia que tenían la rueda bien aceitada, que asesorados primero por el desaparecido grupo CREA de Oriente, y luego por el INTA a través de un grupo de Cambio Rural, ellos eran eficientes. O mejor dicho, todo lo eficiente que podían en tan pocas hectáreas. Dice que respetaban la rotación, que siempre incorporaban pasturas, que cuidaban el suelo. Por eso le parece mentira escucharse decir que no sólo no tienen más hacienda, sino que tuvieron que sembrar una cebada casi sin fósforo y a la que no podrán aplicarle nitrógeno. De remate El operativo liquidación no salió lo bien que Martucho hubiera querido. El paro agropecuario estiró plazos y bajó precios, así fue que empezó vendiendo sus vacas nuevas con terneros al pie a 1100 pesos y terminó cobrando por las de medio diente también con cría 790 pesos. A las 11.45, Martu cho invita a recorrer el campo, que está apenas a seis kilómetros del pueblo. Para ir, el ex ganadero elige el Duna y deja descansar a la baqueteada pick up Dodge modelo 76. El viaje es corto, el tema de la conversación no cambia. Con sinceridad y casi sorprendiéndose por lo que dice, Alonso explica que a punto estuvo de arrendar el campo, y que si patinan en esta fina no tendrá otra alternativa que alquilarlo. Tiene todas las fichas puestas a la cebada, que en esas tierras anda mejor que el trigo, y además demanda menos fertilizantes. Al cultivo cervecero le seguirá soja, que por costos sacó de la carrera al girasol. El hombre se baja a abrir la tranquera y por un instante se pierde, se nota que su cabeza voló a otra parte. Cuando se sube al auto revela que cada vez que vuelve al campo mira el potrero para ver si no se le escapó alguna vaca, es algo que no puede terminar de superar, como que no acepta que no hay más animales. Pero que es un segundo, que después lo p iensa y sabe que hizo bien. Mucho abandono está expuesto en el campo de Alonso. Un galpón cerrado, fierros oxidados que alguna vez fueron sembradoras y desmalezadoras, el galpón de esquila casi desmantelado, una manga sufrida por el uso, y radiante y verde, la cebada que crece. Y Martucho la mira como con desinterés. Y reconoce que si pudiera elegir, que si los números no definieran, él se queda con la hacienda. Que la ganadería es un desafío de todos los días, que hay que incorporar genética, meterle kilos, que en agricultura sembrás y listo, dice. La casa ya se recibió de tapera porque era imposible mantenerla. Con suerte este mes terminarán de pagar un crédito de 50.000 pesos por retención de vientres que sacaron hace unos años y que les costó un perú pagarlo. Tuvieron que pedirlo por una terrible seca que hubo. Pero a esa seca le siguió otra. Y Martucho dice que sufrieron dos inundaciones que se llevaron la cebada y el trigo, que hubo una helada, y en def initiva que desde hace unos doce años no tienen más que cosechitas. Por eso les costó un perú pagar el crédito. Por eso si patinan en la fina arrendarán las 180 hectáreas. Porque no pueden arriesgar, no podrían afrontar una deuda. Y se queja de que el Estado esté para sacarte cuando cosechás, pero no te da una mano cuando todo es pérdida. Ruleta rusa El rosario de quejas es largo, la música conocida: sin poder calzar operaciones con el mercado de futuros, Martucho siente que esta campaña es una especie de ruleta rusa. Sembró casi sin insumos y a la incertidumbre habitual del clima hay que agregarle la de los precios. Regresamos a la casa y nos espera Manuel, que tiene ganas de hablar. De decir que siempre se preocupó por hacer las cosas bien, de contar con un buen asesoramiento, que llegó a tener 2000 ovejas y a trabajar 1000 hectáreas, pero que nunca pudo cambiar la Dodge 76, y que la última inversión en fierros que hizo fue en 1983: un trac tor Zanello, una sembradora y una rastra. Desde ese año asegura que sólo tuvo cosechitas fuleras, y que apenas pudo pagar impuestos, retenciones y vivir. Y comprar leña. Son las 12.45, hora de dejar Oriente. El sol radiante y un cielo despejado hacen que el mediodía invernal tenga un poco de gusto a primavera. Por un rato las chimeneas no humean. Enfundados en sus guardapolvos blancos los chicos caminan rumbo a la escuela, otros corren, casi todos se ríen. Por un momento pareciera -y es bueno que así sea- que en Oriente no pasara nada, que todo está bien. Que los productores no están dejando de ser mixtos. Que los productores no están dejando de ser productores. Menos vacas y menos productores No hay cifras oficiales, pero todas las voces aseguran que en Oriente, al igual que en el resto de la zona, cada vez son menos los productores que tienen vacas, y menos aún los que trabajan sus campos y se arriesgan a sembrar. Desde la oficina d orreguense del Senasa informan que los datos de la última vacunación no arrojan signos claros sobre liquidación de vientres. Tampoco es posible confirmar el crecimiento del número de arrendadores. Si bien no hay números, sí hay testimonios. "Cada vez quedan menos productores. No tengo las cifras ciertas de hoy, pero se que en el 87, cuando empezamos con la agroveterinaria, se formaban comisiones por el tema de la caza, y en una reunión se conformaron 10 de 15 productores cada una. Es decir, éramos 150. Hoy no se si quedamos 30", dice Raúl Uslenghi, que el año que viene ya no formará parte de la lista. Manuel Alonso es más categórico: "De los 130 chacareros que había hace 10 años ahora no quedamos más de 15“. Y sobre la reducción de los rodeos, asegura que de acá se debe haber ido el 80% de la hacienda y a la larga las vacas quedarán en las zonas de médanos, en donde no se puede hacer otra cosa". A fines de julio, en una nota realizada por el dia rio La Nación, el productor local Eduardo Quinzio comentó que había decidido arrendarle parte de su campo a un pool de siembra, y que hace ya varios años había dejado de hacer ganadería. Lo que está ocurriendo en Oriente, así como en Tres Arroyos y en el resto de la Argentina es sintomático: según diversas estimaciones que circulan en el sector, todos los años unos 1500 productores pasan a ser rentistas con parte o toda de su explotación alquilando a otros productores más grandes o pooles. Ocurre que los números no cierran por ningún lado. "Yo acabo de vender trigo a 570 pesos, cuando hace seis años hice una venta a 600 pesos. Entonces, nos bajan el techo de los precios al mismo tiempo que nos suben los costos de insumos y los internos, entonces la rentabilidad es muy chica o directamente inexistente", analiza Uslenghi. Y agrega: "Lo que pasa con la ganadería yo lo veo en mi veterinaria, cada vez tengo menos trabajo, y cada vez son más los que reponen menos v aquillonas o directamente no lo hacen".



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