lunes, 30 de marzo de 2009

Reflexión y lección de madrugada

Por Luis María Barreiro (*)

Es madrugada en Rafaela. Como mi padre, como mis abuelos desde 1913 y en la misma esquina, divido mis afanes entre la medicina y la ganadería de cría. He vivido seis años en el campo, rodeado de silencios y certezas que me fue develando el tiempo. Al principio viví solo, como “viejo malo”. Luego con Ciriaco Frutos, un correntino guapo, convicto como homicida al acuchillar a un milico irrespetuoso. Por las noches, y a la luz de un candil, me contó historias que guardo conmigo. Murió en su ley, al rodar el caballo. “Mande, patrón!”, me parece escucharlo todavía.Y la vida luego me dio “prenda” que me cuida desde entonces. Nadie me contó lo de la cría; me tocaron varias bravas, sequía severa, inundaciones gravísimas, políticas erráticas, desconcierto. Cuando Kirchner cerró la exportación de carnes, Nadja Grimm, una suiza que trabajaba con nosotros, me decía: “¿Cierran la exportación de carne? Se lo confirmé, abrió enormes los ojos celestes y exclamó: “Pero si la Argentina es carne”. El campo nos llevó a los piquetes, el frío a una neumonía y esta última, gravísima, me trajo de regreso a Rafaela. La pasión por la medicina de emergencia me arrinconó nuevamente. Además, volver al campo ¿para qué? El que trabaja, se funde.Una rutina guardo como tesoro: arrancar antes que el alba, alimentar a los perros, abrirle la puertita a Irupé, mi cotorra. Madrugada, silencio e íntimo momento de reflexión. Miro los increíbles números de la ganadería de cría. ¿No los ve Cristina? ¿Nadie los ve en el Gobierno? En un año el stock cayó 1,3 millones de cabezas; la liquidación de vientres lleva dos años. ¡Los argentinos nos comemos las madres; los moldes para hacer terneros! Aclaremos: entre el 52 y el 56% del animal vivo es carne. El mundo con poder adquisitivo compra una parte a 12,5 dólares el kilo, la famosa Cuota Hilton. Las exportaciones se redujeron 45%, y el país pasó del 3° al 7° lugar en el ranking de principales exportadores.
¿Qué come usted en casa? ¿Milanesas, asado, falda? Eso no les interesa ¿Por qué no exportamos los cortes especiales? La vaca vieja, flaca, se denomina conserva. La requiere el mercado ruso y otros menores. Se exporta cocida, termoprocesada. Nadie la consume en Argentina. Sin embargo, hoy no se permite su exportación. ¿Quién lo entiende? De esa manera, su precio aquí se “arrastra” por los 60 centavos por kilo. El retroceso ganadero es un fenómeno argentino. Mientras tanto, Brasil se consolidó como principal exportador e internacionalizó sus mayores empresas frigoríficas. Compró nuestros frigoríficos. Uruguay nos supera como exportador; Paraguay duplicó sus embarques. ¿Y en el mundo? Colombia pasó de exportar 13.000 toneladas en 2005 a 170.000 en 2008. Y Vietnam, que nunca había criado, el año pasado exportó 145.000 toneladas. El precio del novillo local, afectado por el cierre de las exportaciones, cayó 25%. Aún así, el consumidor paga un 60% más en el mostrador. Para comprar un kilo de helado, un ganadero necesita 10 kilos de novillo. En los últimos dos años, Argentina dejó de abastecer a 30 países. En 2010 habrá un faltante notorio de terneros (por la baja preñez que dejará la sequía). Para 2011, el país deberá importar carne. ¿Qué significan todos estos datos abstractos? ¿Cómo se reflejan en el pago chico? En nuestro campo nacieron 783 terneros en 2006. En 2007, con 90 días de inundación y crisis de por medio, el número descendió a 650. Y en 2008 a 560. En los últimos cuatro años hemos reducido el número de empleados. Ayer nomás, encontré a uno de ellos en un bar, desocupado, ahogado en alcohol. Él y sus penas. Me abrazaba y lloraba. Fue y sería un peón brillante. ¿Es esto redistribución de la riqueza? ¿Inclusión? ¿Movilidad social ascendente, como gusta decir cierto ministro?La empresa en 2007 producía el 85 % de sus terneros por el método de inseminación artificial. Un equipo muy entrenado: “sembraba” un ternerito por minuto. Durante 15 días sincronizábamos ovulaciones de madres y todas las vacas arrancaban juntas su preñez con semen del mismo padre. Teníamos hasta 63 partos por día.
Desde el cierre de las exportaciones todo ha sido retroceso: se pasó de la selección genética de altísima calidad a lo que la madre natura y el instinto animal nos provea mediante la reinserción de los toros al servicio. Nuestros terneros se destetaban 100 % en forma precoz. Desde los 40 días de vida y con 40 kilos, se los llevaba a pesebre 150 días con alimentación preparada por nutricionistas y veterinarios. Un mundo de moledoras, balanzas, mixers y raciones, corrales y movimiento.Hoy es un páramo. Abandono total.Las vacas madres, sanas y fuertes por el corto período de amamantamiento, reingresaban al ciclo productivo. Los terneros a los 6 meses iban a venta para recría, invernada (engorde) y faena. Las hembras se retenían todas. Casi al año se clasificaban. Guardábamos la mejor mitad para futuras madres. El resto se la llevaban otros criadores principiantes y entusiastas de la zona para mejorar sus planteles. De éstos no queda uno en pie y entero, solo retazos de sus ilusiones. Las hembras retenidas, a los 18 meses de vida, llegaban a la selección final. Mirarlas una y otra vez, hacerlas caminar como modelos. Que la cabeza, que la cola, el cuarto, la paleta, los huesos, el tórax, la expresión más o menos femenina, la línea del lomo, el despegue del piso, el pelo. Y allá corría Don Leonardo Gallino a las zancadas por el corral de aparte: —Esa, m´hijo! ¡Aparte esa vaquita Gillete, flaca y garronuda!—Pero Don Leo! —¡Que se vaya! Ojos tristes, pico e´flauta. No tiene caja, demasiado despegada del piso, le falta hueso. Que se vaya. Si la guardás, no digas que estuve yo”, se enojaba conmigo Don Gallino.Las terneras sembradas en primavera del 2005, nacidas en el 2006 y así criadas se las puede ver hoy, en el Establecimiento 11 de Julio. Están allí, inconfundibles, mansas, coloradas, preciosas. Las cuida Antonio. Son sus chicas desde que las recibiera en agosto de 2008, con 180 kilos. Hoy pesan casi 300 y, como llega el otoño, se van a otro lado. Cuarenta meses después de arrancar, están prontas para iniciar su vida reproductiva que durará entre 6 y 8 pariciones.
“Las llevan a servicio”, pensará Antonio. “Las tengo que vender”, pienso yo. Son las últimas y no tengo resto para guardarlas. Se van, sí, pero al matadero, a consumo y a $2.60 el kilo. Se me anuda la garganta, el estómago y el bolsillo. La madrugada se hace larga, la angustia mucha, el mate frío. Suena el teléfono. Es Néstor, chaqueño guapo nacido y criado entre espartillos y soledades del monte, el encargado del campo. —¡Hola Dotor, buen día! ¿Cuándo trae las vaquillonas para servicio? Corto la llamada. Si supieras, Néstor. Ya veré cómo se lo explico. Afuera amanece; la operadora de la guardia médica suena en el radio. Me levanto, la vida sigue, el nudo también. Y allá va Luisito, 52 años a cuestas, 28 de médico, como su padre, criadores todos, como sus abuelos, enamorados de las vacas. Cuánta bronca. Cuanta impotencia ¡Ay, Argentina! ¡Ay, argentinos! ¿Hasta cuando el desencuentro?


* Productor ganadero, médico
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